Encender una hoguera
Un hombre en medio de la nieve. También un perro. El perro, tantas veces víctima de la crueldad humana, de las novelas de Jack London... Bosques y arroyos congelados. Y un frío (estamos muy al Norte, en el Yukón) que, literalmente, mata. ¿Es despiadada la naturaleza o lo son sólo los hombres?
No hay en ninguna de las dos versiones de esta historia, que reunimos por primera vez en nuestra edición, espacio para lo «sentimentaloide», y pocas veces el carácter de los hombres ha sido tan bien radiografiado como en estas pocas pero fundamentales páginas: angustiosas, hermosísimas y terribles a la vez.
«Por un instante se sentó y miró hacia el lugar donde poco antes estuviera el fuego. Entonces una profunda calma lo invadió. Quizás el veterano del arroyo Sulphur tenía razón. Si hubiera tenido un compañero de viaje seguramente ahora no estaría corriendo peligro alguno. El compañero habría encendido la hoguera. En fin, ahora debía encargarse él mismo de volver a hacer el fuego, y esta segunda vez no podía cometer un solo error. Incluso si lo conseguía, lo más probable es que perdiera algunos dedos de los pies, que debían de estar ya terriblemente congelados: pasaría un buen rato hasta que la segunda hoguera estuviera lista.»
Leído en la prensa
«En Encender una hoguera aprendí, de niño, cómo somos los hombres y cómo debemos escuchar a la naturaleza.» Jack Kerouac
«Sin duda, uno de los mejores textos de London, frente a cuya lectura tendrán cabida una nutrida y hasta contradictoria variedad de sentimientos del que sólo uno queda excluido: la indiferencia» María Teresa Lezcano, Sur
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