Kat ha viajado con su hija adolescente a Lutrá, en Grecia, donde deberá tomar una decisión. Lutrá –«baños» en griego– es el pueblo de su padre, que acaba de morir. Las piscinas naturales que se forman bajo seis pequeñas cascadas trazan el perímetro de la localidad. Se dice que sus aguas tienen propiedades curativas, y Kat se sumerge en ellas con la esperanza de que también tengan efectos beneficiosos sobre su atribulado corazón. A su regreso habrá de saber qué hacer con su matrimonio, que contrajo siendo muy joven y se ha ido deteriorando: ya no es cosa de dos. Con el fin de llegar a una resolución, sigue el hilo de su existencia mientras nada treinta y nueve largos, uno por cada año de su vida. Necesita un procedimiento racional, científico: si puede discernir el momen