Ludwig Winder nació en 1889 en Schaffa, ciudad que aún formaba parte de la monarquía austrohúngara, por lo que Winder fue primero austríaco y luego, debido a los avatares políticos, checoslovaco; para, finalmente, morir en Gran Bretaña en el exilio. Sus raíces familiares se hundían en un judaísmo tradicional, pero su padre inició una convulsa separación de ese entorno al emprender la «salida del gueto» hacia cierta asimilación. Winder se fraguó, desde joven, una notable carrera como periodista, y su éxito profesional fue considerable. Tras las primeras demostraciones de su valía en periódicos de provincias, pero también en el Zeit vienés, ascendió, en 1914, a redactor del suplemento cultural de Bohemia, rotativo praguense que, junto con el Prager Tagblatt, era el periódico más importante de la región.
En la primera etapa de su obra, dedicada también al ámbito judío, no fue propenso a glorificar la Austria imperial ni se mostró reacio a la joven Checoslovaquia en la que se fundieron las Tierras de la Corona de Bohemia y Eslovaquia en 1918: su narrativa muestra el colapso del viejo orden, pero refleja, sobre todo, la condición de crisis de la época prebélica, las convulsiones sociales pautadas por el declive de una élite (aristocrática) caduca y la fragilidad de la situación de posguerra. Agravadas por la miseria que trajo consigo la crisis económica mundial de 1929, fueron creciendo las tensiones internas del Estado multiétnico que era Checoslovaquia con sus ocho naciones. Ello reforzó el desgajamiento emocional de amplios sectores de la población residente en los territorios de habla mayoritariamente alemana con respecto a un
Estado al que de por sí no tenían ningún apego.
Con la implantación del régimen nacionalsocialista en Alemania, la situación cambió también en Praga, que a partir de 1933 se convirtió en receptáculo de numerosos exiliados procedentes del Reich Alemán y de Austria. Muy pronto serían censurados los artículos y novelas de Winder, y él mismo acuñaría la frase
«Tenemos que marcharnos, y lo antes posible», dicha en diciembre de 1938 ante sus compañeros más íntimos del «círculo de Praga» —Max Brod, Oskar Baum y Felix Weltsch—, y alusiva al peligro común que corrían.
Winder seguía en Praga cuando fue invadida por Alemania el 15 de marzo de 1939. Tres meses después consiguió huir hasta Inglaterra, pasando por Polonia. No pudo regresar a su país: moriría en Baldock en 1946. Entre la abundante obra de Winder, parte de ella publicada póstumamente, podemos citar Die rasende Rotationsmaschine, Kasai, Die Reitpeitsche, Dr. Muff, Steffi oder Familie Dörre überwindet die Krise, Die jüdische Orgel, Die nachgeholten Freuden, Der Thronfolger, Novemberwolke o Die Geschichte meines Vaters.
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