Cuatro mendrugos de pan

Este libro no es un testimonio sobre el Holocausto, sino una meditación sobre la vida. Magda Hollander-Lafon habitó las tinieblas más oscuras: en tanto que judía húngara, y siendo adolescente, fue deportada en 1944 a Auschwitz-Birkenau junto al resto de su familia, que perdió allí la vida.

Estas páginas, arrancadas a la experiencia de la muerte, nacieron a lo largo de una lenta travesía constituida por muchos renacimientos: los cuatro mendrugos de pan que una mujer moribunda le da a la adolescente en el campo de concentración, el agua que le ofrecen cuando el cuerpo está a punto de rendirse, el movimiento de las nubes en el cielo de Auschwitz (que por un momento no está ennegrecido por el humo del crematorio) o la «señora de la sonrisa» que la recogió a la salida de su cautiverio.

La Historia nos ha enseñado que las personas son capaces de lo peor, pero estas páginas son un llamamiento a lo mejor. Hollander-Lafon transmite una alegría sustraída a la desesperación, robada al infierno que casi la engulle, alimentada por una vida de encuentros en lo espiritual. Ella conoció la gracia de nacer dos veces y ahora, en este maravilloso libro, nos invita a unirnos a la fecundidad de un pensamiento lúcido, sereno y admirable.

 

Leído en la prensa

«Un libro luminoso, lleno de vida y esperanza.» Éliette Abécassis, Le Monde

«Magda escribe libros, libros estremecedores y a la vez luminosos, como Cuatro mendrugos de pan.» Borja Hermoso, El País

«Cuatro mendrugos de pan narra escenas de gran intensidad. Habla del miedo. Forman un caleidoscopio. Y, de algún modo, sí, un testimonio. Sometido a una esencial expresividad literaria.» Manuel Hidalgo, El Cultural

«Esta no es una historia más sobre el Holocausto, escribirán seguramente algunos críticos y reseñadores sobre estos Cuatro mendrugos de pan de Magda Hollander-Lafon, y yo mismo he estado tentado a hacerlo. Pues bien, no es verdad. Si es una historia más, y eso es precisamente lo que la hace tan insoportable, tan dura, tan estremecedora, una historia más de las miles que vivieron hombres y mujeres, muchas de ellas, la mayoría, olvidadas porque no quedo nadie para contarlas, nadie para escribirlas.» Manuel Arranz, Levante

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