Despedida que no cesa
Una mañana de invierno, el hijo adolescente de Wolfgang Hermann apareció muerto, inesperadamente, en la cama. Este acontecimiento distorsionó toda la vida del autor, el padre, aislándolo de la vida exterior y sumiéndolo en un frío intenso y doloroso. Hermann no pudo escribir sobre aquella terrible pérdida hasta pasados más de diez años... El fruto fueron estas hermosas y estremecedoras páginas. Que no sólo narran aquella experiencia, sino también el proceso de «resurrección» que tuvo que afrontar el propio autor para sobrevivir al dolor, para hacer que la vida volviera a ser, al menos, soportable.
«Por el altiplano, encima del lago de la montaña, caminaban de noche un hombre y su hijo adolescente. La luna relucía detrás del bosque, algunos rayos calaban la espesura de troncos y jugaban en sus rostros. Hablaban poco. Sus voces se deslizaban suavemente a ras de la grava del camino y se fundían con el rugido del torrente al que se iban acercando. Parecía que aquel bosque giraba con ellos, mientras la luna seguía sus huellas como si no quisiera perderlos. Daban muy seguros sus pasos y estaban muy cerca el uno del otro bajo la quieta iridiscencia del astro. Y la querencia del padre por el altiplano se trasladaba profundamente al hijo. Fabius y yo éramos aquel altiplano. Cuando el mundo aún existía.»
Leído en la prensa
«Wolfgang Hermann somete su escritura a una estrecha observación a la vez que demuestra una vez más su sensibilidad.» Christina Walker, Wiener Zeitung
«Una súplica de irrealidad –“Que no sea verdad, por favor, por favor, por favor”– imanta Despedida que no cesa. Hermann tardó diez años en encarar esta obra de no ficción en un intento de asimilar a través de ella la muerte de su único hijo, Fabius, y la continuación de su propia vida sin él.» Azahara Alonso, Hotel Kafka
«Un hermoso epitafio en el que la vida y la muerte se solapan y se entretejen en la vastedad de la experiencia humana.» María Teresa Lezcano, Sur
«Despedida que no cesa es una narración sorprendente porque no está volcada hacia fuera, sino hacia los adentros, lo que le confiere un carácter de confesión brutal, sin ambages y al tiempo catártica, además de poética.» Fermín Herrero, El Norte de Castilla
«Un texto auténtico, desgarrador y lírico en el que merece la pena sumergirse, sólo hace falta tener un par de horas.» Mara Malibrán, Mujer Hoy
«Su lenguaje es el del amor más profundo y respetuoso hacia el hijo perdido. De ahí que exista una belleza desgarradora y una elegancia intencionada en sus líneas.» Marta Ailouti, Libros y literatura
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