El bibliótafo

Este pequeño gran clásico de las letras norteamericanas, publicado en 1898 e inédito hasta ahora en español, cuenta las divertidas aventuras y anécdotas, de viaje en viaje, de un peculiar coleccionista de libros. Un bibliótafo entierra libros; no literalmente, pero a veces con el mismo efecto que si los hubiera metido bajo tierra. Uno de ellos, el más simpático que ha pisado las calles durante mucho tiempo, es el protagonista de esta historia. Acumuló sus libros durante años en el enorme desván de una granja del condado de Westchester. Cuando aquella biblioteca ya no cupo en el desván la trasladó a un gran almacén del pueblo. Era la atracción del lugar. Los aldeanos aplastaban la nariz contra las ventanas e intentaban curiosear en la penumbra a través de las persianas medio bajadas…

Pero por extraño que parezca, las conversaciones de este gran coleccionista (de un humor inteligente y ácido las que aquí se narran) giraban menos en torno a los libros acumulados que a los hombres que había tras ellos, o a los que conocía a partir de ellos. Una creencia popular respecto a los coleccionistas de libros dice que sus vicios son muchos, sus cualidades negativas y sus costumbres completamente imposibles de averiguar.

Sin embargo, el crítico más hostil está obligado a admitir que la cofradía de los bibliófilos es eminentemente pintoresca. Si sus actividades son inescrutables, también son románticas; si sus vicios son numerosos, la perversidad de esos vicios queda mitigada por el hecho de que es posible pecar con gracia. Sea como fuere, los dichos y hechos de los coleccionistas dan vida y color a las páginas de esos buenos libros que tratan de otros libros. Como éste.

Leído en la prensa

«A través del ambiente libresco, podemos penetrar a finales del siglo XIX –El bibliótafo se publicó en 1898– y saborear un tiempo perdido.» Ada Castells, La Vanguardia

«Todo un clásico de las letras norteamericanas.» María Bengoa, El Correo

«El bibliótafo aparece como un divertimento en medio de una obra plena de erudición. Y el resultado es una lectura gratificante por su contenido y asombrosa por su estilo casi musical.» Antonio J. Ubero, La Opinión de Murcia

«Dotado de un encanto excepcional, corpulento y rebosante de energía, el bibliótafo no responde al estereotipo del sabio encerrado que apenas se asoma a la calle, sino al contrario, se desplaza compulsivamente de un lugar a otro, aprecia el contacto humano, brilla en la conversación (...). Hay muchos como él entre los apasionados rastreadores de ediciones raras, incluidos los codiciados autógrafos, pero no resultan tan seductores como el personaje de Vincent.» Ignacio F. Garmendia, Diario de Sevilla

«El bibliótafo no es un libro sobre locos y excéntricos del papel impreso, sino una obra en la que se observa un cierto deseo de su autor por legarnos una especie de radiografía de aquellos a quienes el amor por los libros les ha llevado a cometer verdaderas locuras.» José Belmonte, La Verdad

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