Las señoritas

Las señoritas son jóvenes, o así es como se sienten ellas, niñas y antiguas reinas a la vez, si bien cada vez son más las señales que traslucen sus renuncias. Son hijas de buena familia en ambientes claustrofóbicos en los que las identidades y los destinos vienen dados por el nacimiento, ajenos a la voluntad de las personas. Sus amores se sueñan a solas o se parecen a una amistad desigual. Son las niñas de la guerra y de la inmediata posguerra, universitarias cuando pocas mujeres pueden serlo. Se han adelantado a su época, a un tiempo estancado que se resiste a avanzar, anquilosado por la fuerza de la costumbre. Por eso cada vez se vuelcan más en un presente de gestos mínimos y luminosos, a la espera de su oportunidad. Las señoritas son Charo, procaz y con el cabello a lo chico. Y Mila, que lidia con la violencia de su marido. Son las hermanas de Dedi: la autoritaria Mercedes y la gaseosa Emi. La señorita es, sobre todo, Dedi, quien, con una lucidez y una bondad que los demás confunden con la insignificancia, es la más dispuesta a subvertir ese mundo inalterable y endogámico. Asistimos a los momentos clave de su existencia: una vida tan común y única como cualquier otra.

Enrique Andrés Ruiz ha escrito una novela bellísima, un ejemplo magistral de cómo se plasma la vida en la literatura: un tejido coral de tramas pequeñas, íntimas y reveladoras. Merced a su talento para reflejar el alma de sus personajes a través de un lenguaje de rara sensorialidad que transmite la textura de las palabras, logra dotar de épica a unas vidas sencillas. A la manera de las obras de Joseph Roth o Cesare Pavese, Las señoritas es la gran novela de una época ya desaparecida. Un clásico de hoy.

Leído en la prensa

«De ritmo pausado, con una prosa cuidada, que integra la imagen poética con naturalidad, la novela navega entre los grandes temas, como la muerte, y la cháchara cotidiana. Conocemos a los personajes por ellos mismos y por lo que perciben los demás de ellos; es en el detalle donde anida el significado. Este retrato de interiores, domésticos e íntimos, respira cierto aire a Entre visillos (1958), de Carmen Martín Gaite; un aire añejo, que no rancio. El aire de quien ha leído, y ha leído bien, y evoca a unas mujeres de ayer con preguntas y sueños y miedos y nostalgias que, sí, también nos atañen hoy.» Cristina Ros, The Objective

«El autor muestra una vez más su capacidad para mostrar los pliegues de la realidad por insignificante que parezca. Vidas corrientes iluminadas por la palabra certera esa que da color que detiene el instante en el que la vida corriente puede ser extraordinaria. Tan extraordinaria y común como cualquier vida.» Angélica Tanarro, Turia

Sobre Los montes antiguos:

«Enrique Andrés recupera el acervo de las palabras que significan hondamente, y nos las devuelve vestidas con la piel sensible de la voz. ¡Qué bien encierra el tiempo en su libro, y qué bien refleja lo perdido, pero también lo inmortal!» Jordi Llavina, Cultura/s

«Enrique Andrés Ruiz que ha escrito un libro soberbio, titulado Los montes antiguos. Estoy completamente enamorada de lo que cuenta, lo que ocurre alrededor de Soria. Es como el mundo de los sudamericanos de los 80, pero aquí es una voz que se levanta de un modo muy particular.» Lídia Jorge

«Un tupido retablo intrahistórico: el testimonio de un universo que tiene su confirmación material en la propia tierra y el paisaje, más en los mencionados documentos que se suman a la voz del narrador, y cuya polifonía enriquece la lectura de esta novela espléndida.» Ana Rodríguez Fischer, El País

«Una apuesta por relatar lo rural reparando no solo en lo inerte, o en lo vivo no humano, sino también, y mucho, en lo humano, y en lo que lo humano ha creado: las palabras, las voces, las historias que, después de todo, también conforman eso que ahora se ha dado en llamar la España Vacía.» Cristóbal Ruitiña, Zenda

TAMBIÉN TE PUEDE INTERESAR…