Lo que escucha la lluvia
Tiempo atrás, en un pequeño pueblo de Castilla, un niño juega en el río con el barquito de corcho que su padre construyó para él. Para el futuro hijo de la viuda.
El narrador de esta extraordinaria novela, obra de madurez total de su autor, parece recelar tanto de su memoria como de su identidad, pues ninguna le ha procurado un fértil asentamiento en la realidad, según iremos sabiendo al avanzar en sus páginas.
La memoria es una vibración constante, cuya inestabilidad es sospechosa. La identidad se rige por el nombre, y el narrador de Lo que escucha la lluvia vio el suyo, sí, lo vio, de niño en el grito de su madre. El narrador también desconfía de las palabras, sólo lo reconforta una: «improbable». Su resonancia le confiere una condición espectral, y con esa inconsistencia indaga en sus experiencias primordiales: en la muerte del padre, en la protección de la soledad, en construir cabañas, en el recurso de convertirse en personaje.
He aquí un itinerario sinuoso por los orígenes y sus consecuencias para «pulsar una sola nota musical, pero donde prevalezca el sonido de las sinfonías nunca escritas». Como si el significado pudiera convocarse, y la literatura no fuera, en el mejor de los casos, una manera de dejarse ver para ocultarse.
Leído en la prensa
«Hay libros que hablan de héroes, de historias que primero fueron sucesos de prensa, de puentes en los que una mujer grita el nombre de un fantasma o en los que un coche es la fuga del miedo en la noche. En sus páginas nada pesa ni siquiera su lenguaje. En cambio hay libros que te enseñan a desconfiar de las palabras, a distinguir entre merodear y vivir, a que la lluvia no te cale los huesos de las emociones mientras atravieses el tiempo que se abre dentro de esa cortina que cae y luego se desvanece» Guillermo Busutil, La Opinión de Málaga
«Lo que escucha la lluvia tiene una cadencia de adagio, sí, pero ideas que ayudan a comprender que no es tan difícil justificar que la vida merece la pena:“Nadie se despide nunca, nada se pierde, llamamos pérdida a un vacío deslumbrante”.» Ricardo Martínez Llorca, Culturamas
«Una rigurosa indagación, un sabio merodeo en torno a un núcleo que, lo intuimos, es matricial e inefable.» Eugenio Fuentes, La Nueva España
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