Oh, América

Corre el año 1946. Una joven italiana, culta y políglota, llega a Estados Unidos para reencontrarse con su marido, un oficial  norteamericano con el que se casó en Italia al final de la guerra. Viaja llena  de ilusiones en un singularísimo barco repleto de esposas de otros soldados  yanquis. La «anormalidad» de ese viaje anticipará ya los sorprendentes, y a veces infortunados, giros que va a dar su vida en cuanto llegue a tierra.

Oh, América dibuja de un modo tan divertido como lúcido  una época fascinante y una nación tan grande como contradictoria, y lo hace a través de una voz (a ratos indecisa, a ratos segura de sí misma) que representa a toda esa generación de mujeres que se alzó sobre las ruinas de la Segunda Guerra Mundial. La mirada europea de la protagonista nos lleva de los altos rascacielos de Nueva York a la soleada California, de Reno a Hawái; y coloca a un sinfín de personajes bajo su implacable y a la vez comprensiva lupa: locutores de radio y actores, cowboys y millonarios,  intelectuales y expatriados.

Marcella Olschki escribió tan sólo dos novelas (una combinación perfecta de humor y melancolía, de juventud y aventura), pero bastaron para convertirla en uno de los nombres más estimables de la literatura italiana del siglo XX. «Acción y reflexión» podría ser su lema.

Marcella Olschki nació en Florencia, Italia, en 1921 y murió  en esa misma ciudad en 2001. Abogada, diseñadora de moda y periodista, publicó  tan sólo dos novelas, pero ambas tan autobiográficas como excelentes: Una postal de 1939 (Premio Bagutta a la mejor ópera prima en 1954; Periférica, 2012) y Oh, América.

Leído en la prensa

«No hay aquí nostalgia, sino una intensa reanimación del recuerdo. Páginas escritas para volver a vivir.» Francisco Solano, El País

«He ahí uno de los logros de la buena literatura autobiográfica: colar la historia sin que se note, pero con mayor vivacidad que un ensayo al uso.» Eduardo Laporte, El Correo

«(…) Una rebeldía que une a Marcella Olschki con otras escritoras italianas que, a través de la autobiografía o de la reminiscencia autobiográfica, trazan un fresco de época estremecedor: Léxico familiar de Natalia Ginzburg, El cielo se cae de Lorenza Mazetti, El arte del placer de Goliarda Sapienza (…). Olschki pertenece a una generación de combatientes que supo resurgir de sus cenizas sin regodearse en la desgracia: su memoria no es un experimento de taxidermia, sino una pócima para resucitar a los muertos.» Marta Sanz, Mercurio

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