Una postal de 1939
La imagen de cubierta es falsamente hermosa. Aunque la chica sea bonita, y el escaparate primoroso y evocador, el cartel es indigno: «Este negocio es ario», dice. O lo que es lo mismo: «No somos judíos, que quede bien claro». Marcella Olschki, sin embargo, sí era judía. O, al menos, hija de padre judío. Un hombre bueno, según nos cuenta ella misma en esta novela, separado del mundo por la doctrina racista del régimen de Mussolini.
Estamos en 1939, en el Liceo Ginnasio Dante de la ciudad de Florencia. La guerra es inminente y el fascismo lleva más de una década implantando sus razones en todas partes, también entre los jóvenes que, como Marcella, «se inician a la vida».
Se mezclan aquí el dulce primer amor y el desamparo ante las injusticias de un profesor de camisa negra y mano alzada en saludo romano. Una simple postal (una travesura todavía infantil a la vez que afirmación de un espíritu independiente) provocará una tormenta aparentemente pequeña, pero muy reveladora del carácter humano y, al fin, de una significación terrible.
Es ésta una pequeña historia agridulce y de una belleza delicada, tan de otro tiempo; una novela evocadora, de aulas y fin de la adolescencia, de amistades y de miedos; que no defraudará, como decía la propia autora, a los puros de corazón y a los que aman la justicia hasta en los actos más nimios.
«Me aseguraron que esta novela sutil y armada con tan sólo unas pocas escenas había de gustarme, por cercanía a mis libros. Unas pocas palabras, dijeron, le bastan a la autora. Después de su lectura, yo obré del mismo modo: la recomendé a otro lector. Para que no se perdieran estas hermosas palabras de Marcella Olschki.» Natalia Ginzburg
Leído en la prensa
«Me aseguraron que esta novela sutil y armada con tan sólo unas pocas escenas había de gustarme, por cercanía a mis libros. Unas pocas palabras, dijeron, le bastan a la autora. Después de su lectura, yo obré del mismo modo: la recomendé a otro lector. Para que no se perdieran estas hermosas palabras de Marcella Olschki.» Natalia Ginzburg
«Escrita con una frescura insólita y una precisión que recupera el sabor de época, no necesita enfatizar la irracionalidad del absurdo que le tocó vivir; nos lleva delicadamente al corazón mismo de la infamia, sirviéndose apenas de unos trazos de tan excepcional eficacia narrativa que se graban en la memoria del lector al transferir su espinosa experiencia con el escrúpulo de quien comparte un dolor.» Francisco Solano, El País
TAMBIÉN TE PUEDE INTERESAR…